A mi madre:
¡Cascada inagotable de ternura,
manantial cristalino de pureza,
una parte de tu alma diste a mi alma
en murmullos de amor y de terneza!
Te adoro porque diste a mi existencia,
a pesar de tu angustia y tu dolor,
todo lo bueno, nombre y placentero,
que entrañaba lo grande de tu amor.
Velas el sueño de tus tiernos hijos
eres angel tutelar de su ilusión
y con límpidas lagrimas y besos
consuelas su nostalgia y su dolor.
Parece que el señor pone en tus labios
los vocablos más rectos y juiciosos
para guiar las conciencias de tus hijos
por sendas de horizontes venturosos.
Tu sumbimisas el amor más puro,
la abnegación y el respeto más profundo,
el perdón y el consuelo en el pecado,
la imagen del creador en éste mundo.
¡Se feliz, mujer santa y abnegada,
Mi adoración, mi fe, mi redención!
Que el hada mensajera de la dicha,
lleve hasta tí, mi férvida oración