jueves, 17 de noviembre de 2011

La voz de la Raza


La voz de la Raza

Yo soy el alma de una raza nueva. . .
Es muy larga mi historia...
Es inmenso el poema...
que los nietos y abuelos de mi raza
tejieron con su sangre y con sus lágrimas...
En mis ojos azules desfilaron
panoramas sin fin, pueblo sin número...
Estepas dilatadas selvas vírgenes,
rostros salvajes, ríos de otros mundos,
grabáronse en mis ávidas pupilas
en la larga y penosa trayectoria
de mi ruda y audaz genealogía...
Como una tribu nómada,
buscando pan, y libertad y dicha,
ha cruzado fronteras,
he traspuesto los mares,
he talado las selvas milenarias...
Mis hijos murmuraron las plegarias
y entonaron los himnos
de cien pueblos diversos...
Pero un día sonó para mis nietos
la hora de redención, y se alzaron,
como el pueblo de Dios, en el Egipto;
y sacudiendo el yugo,
de inicua exclavitud, llenos de arrojo,
cruzaron mil desiertos y poblados,
en busca de la tierras
del pan y de las hostias...
Y a la sombra bendita
de esta bandera de color del cielo
ha florecido el celestial milagro:
hallé la patria grande,
la Patria que he soñado
en mis horas amargas;
y en la tierra del, pan y de las hostias
floreció, cual milagro,
la síntesis grandiosa de una raza
hecha de fe y de patria asentada
en los pilares del hogar cristiano
y en las columnas del trabajo honrado...
Y en esta tierra inmensa
escribí con la reja del arado
el magnífico poema del trabajo.
y en cada surco que en las glebas abre
el hierro de mis rejas
surge la vida, surge la esperanza,
hechas pan, dicha, progreso...
Yo no tengo vetustos pergaminos
en que en letras doradas
consten las gestas de mi noble raza...
Yo no escribo mi historia con espadas...
Yo no anuncio mis glorias con clarines...
Yo no ciño mis sienes con laureles
Ni conquisto mis tierras con puñales,
Mi blasón es la paz; mis espadas
son las torpes manceras del arado.
Mi tesoro el hogar, que es carne y sangre
Que ofrezco diariamente
En las aras de Dios y de la Patria....
Monseñor Doctor Enrique Rau

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