jueves, 5 de mayo de 2011

Tempestad y calma en honor a Morelos - Carlos Pellicer


Imaginad:
una espada
en medio de un jardín.


Eso es Morelos


Imaginad:
una pedrada
sobre la alfombra de una triste fiesta.


Eso es Morelos


Imaginad:
una llamarada
en almacén logrado por avaricia y robo.


Eso es Morelos


Ya tengo las imágenes pero no las palabras.
Pero hay aceros, y piedras, y llamas.
Porque nada hay más hondamente hermoso
para el humano oído, que la palabra.
Si las palabras vinieran para decir: Morelos,
vendrían ocultas en esos nubarrones de piedra
que a unos cuantos kilómetros nos miran:
La tempestad de rocas de Tepoztlán, vecina,
el huracán de piedra de Tepoztlán, que avanza,
esas gargantas que vociferan árboles,
esos peldaños a pájaros y lluvias
cuando pasa la noche de resonantes piedras
y el sol sacude el sueño de la luz, allá arriba.

Aún hay aceros. Y piedras. Y llamas.
Ésta es la hora de las palabras
terriblemente cristianas.
Las que hieren, las que arden, las que aplastan.
¡Ah! ¡Si yo pudiera arrojar mi corazón
y provocar una grieta en la montaña!
¡Hablar en piedra y escribir en llamas!
La espada silenciosa que abrió el cerrado pecho:
ni un corazón que surja: todo estaba desierto.
La zumbadora piedra que el cuerpo ha derrumbado:
era sólo una cáscara y polvo dentro de ella.
El siempre fuego que a la ciudad ardió:
halló sólo papeles, y el humo, no duró...
Éstas son las palabras terriblemente buenas,
palabras vivas, hechas de llamas sobre las piedras.
Grité ¡Morelos!, hace quince años desde las rocas de Tepoztlán
¡Olor a Cuautla! y entre palmeras hechas laureles
salté al abismo del heroísmo; grité ¡MoreIos!
Y vi la tierra abajo desde el verde al azul.
Y unas botas sin ruido lo estrenlecieron todo
Y sudaba una frente su pañuelo de luz.
Grité ¡More1os!, hace quince años en Acapulco.
y clamoroso mar me atropelló.
Una raya de verde movida en cuatro azules
espiral rumor blanco dentro della enrolló.
Y un trueno hizo caer el roble de los vientos.
Y oí en mí mismo cuando mi pecho gritó ¡Morelos!
Y a un alto en mis arterías fue mi sangre a parar.
Bajar del monte, querer el mar.
Vivir con pocas palabras;
pero en cada palabra tener una tempestad.
Ah, si yo pudiera haberlas dicho
acero, piedra, llama.
Gritar Morelos y sentir la flama.
Gritar Morelos y lanzar la piedra.
Gritar Morelos y escalofriar la espada.,
Tu fuiste una espada de Cristo,
que alguna vez, tal vez, tocó el demonio.
Gloria a ti por la tierra repartida.
Perdón a tu crueldad de mármol negro.

Gloria a ti porque hablaste tu voz diciendo América.
Perdón a tu flaqueza en el martirio.
Gloria a ti al igualar indios, negros y blancos.
Gloria a ti, mexicano y hombre continental.
Gloria a ti que empobreciste a los ricos
y te hiciste comer de los humildes,
procurador de Cristo en el Magníficat.
Gritar Morelos
es escuchar la Gloria y sentir el perdón.

¡A las armas! - Manuel M. Flores

No tenemos más rey que las leyes
¡No tenemos los libres señor!
¡Que con su sangre se tiñe de reyes
Nuestro bello pendón tricolor!


¿Hasta cuándo en vil ocio, hasta cuándo
Yaceréis, mexicanos, dormidos
¿Hasta cuándo seréis, tan sufridos
Que se os pueda venir a insultar?
¡No de paz, no de fiestas y danzas
Es esta hora que pasa tremenda...
Aquí mismo, en la patria, su tienda
Ha venido el francés a plantar!


¡A las armas! Oid cuál resuenan
De conquista los hurras salvajes...
¿Hasta cuándo vengáis los ultrajes?
¿Para cuándo queréis el valor?
El que lleva en su pecho grabada
De la patria la imagen querida,
Nunca piensa que juega la vida,
Sólo piensa que gana el honor.


Sólo piensa cuando entra en la lucha
Que el oprobio al cobarde le queda;
Sólo busca lugar en que pueda
La ancha espada mortífera hundir.
Sólo sabe, ya tinto en su sangre,
Que morir por el niño, la anciana,
La misión mas sublime del hombre;
Por la madre, la esposa, la herman.a,
Por su Dios y su hogar... i No es morir!

¡Es cumplir por la patria bendita
Es quizá bautizar con su nombre
Una página de oro triunfal;
Es vivir como vive la fama,
Es vivir como vive la gloria,
Es comprar a la excelsa victoria
El derecho de ser inmortal!


¡A las armas! el grito de guerra
Como el trueno los ámbitos llene,
y del Gila al Grijalva resuene,
Del Pacífico al Golfo también
Y cual llama de incendio que el soplo
De impetuoso arrebata,
Como tromba que el rayo desata,
¡Se desplome la guerra doquier!


¡A las armas! ¡Los montes, los valles
Las ciudades vomitan guerreros!...
¡Luz nos den en el día los aceros,
Y en las noches alumbre el cañón!
Y que corra la sangre agostando
Flor y míes en la vasta campiña...
Cuando el agua de rojo se tiña
Ya podremos lavar el baldón.


¡No hay paz! El flamígero incendio
Del combate la atmósfera abrase;
¡Cada pecho que el hierro traspase
Multiplique en los otros la fe! Y
no quede un pedazo de tierra Que
no moje la sangre enemiga... Si es
preciso, no quede quien diga
De nosotros: ¡La Patria aquí fue!...


¡Oh mi Patria! En su tiempo la lucha
Sin piedad a tus hijos diezmaba;
Sangre propia tu seno chorreaba,
Sangre extraña tu espada también,
¡En un tiempo, con mano terrible

La melena real sacudiste
Del ibero león, y le oiste
Ya vencido rugir a tus pies!...


¿Cómo es que hoy a tu frente divina
El baldón por el galo se escape?
¿Quién de Puebla arrasó el Guadalupe?
¿Quién el sol de tu Mayo apagó?
¡A las armas! Doquier el incendio
De la guerra tus campos alumbre.
Y retiemblen la costa y la cumbre
Al feroz tronar del cañón.


¡A las armas! ¡El sol de la Patria
No vea más nuestra triste vergüenza!
¡Es preciso que México venza,
Y en el nombre de Dios vencerá!
¡Al cadalso, a la tumba, al oprobio
Rodarán el monarca y vasallos...
y sus cascos pondrán los caballos
En la sacra corona imperial!


¡No tenemos más rey que las leyes,
No tenemos los libres señor,
Ni aquí tienen más tronos los reyes
Que el cadalso sin gloria ni honor!

Presencia de Juárez en la patria - Agenor González Valencia

Era un carrizo musical la aurora.
Una nota morena era la raza.
Eran los ojos del nativo origen
que iban hollando las plantas del silencio.


La noche zapoteca entre dialectos
parió la luz que iluminó este suelo.
Una hermosa semilla sufrimiento
entre huaraches y la piel del pueblo
olorosa a rebaños fue creciendo.


Y llegó la edad de la memoria.
Ovejas de pavor se humedecieron
cuando entre islotes de impaciencia, vieron
viajar al carrizal de la inocencia.


II


Ambuló mi pensamiento hasta las ruinas
que se acomodan en Teotitlán
y en un vaso moldeado por el tacto
descendió mi conciencia al reino mineral.


Agenor González Valencia
De las piedras salieron los rostros de los hombres
que una joven cultura vinieron a dictar.
Llevaban el espíritu del tigre
envuelto en tradiciones y pintura mural.

(El sol con su figura guacamaya
borró la oscuridad.
Dejó en aquella parte del planeta
su presencia solar)
III
Irrumpió la primavera sonrosada,
arrancando su fuerza de la Sierra de Ixtlán.
Vino a expender sus frutos desde Oaxaca
y a exhibir la cerámica de Monte Albán.


(La tarde gris de la primera tarde
puso cuatro peldaños a regia ofrenda piramidal)
IV
¡Ah! la Primavera Mexicana
que se inicia con Juárez para nunca acabar.
Tiende sus alas recias y tutelares,
allende el mar.
Tiende su ley de bronce -toga y balanza-,
sonoramente vegetal.
Y abre montañas y cordilleras cantando:
y abre montañas y cordilleras cantando
¡América!,
con su carrizo musical.


(Desde la cumbre del Cempoaltépetl
el fuego de una raza
comenzó por arder)


V


Miré la adolescencia tristemente olvidada
en medio de su medio natural.
Sentí más cerca la presencia de Juárez
y del barro, el comienzo racional.

¡Ah! la encantada arcilla que allá en Guelatao
al agua silenciosa le dobla las rodillas.
Todo lo que humedece desde el sol a la luna
en el sencillo encanto ingenuamente provincial,
convertido en laguna primaveral.


VI


Huérfano de alfabeto crece el árbol silvestre
que a todos maravilla.
Y en su mirar concreto,
se va impregnando el pueblo del idioma Castilla.


Transpira vida su noble arquitectura
en la selva del tiempo que le tocó vivir.
A golpe de inquietudes florece la cultura
y al corazón conmueve la Gran Luz por venir.


VII


De Norte a Sur, del Este al Oeste,
el pueblo soportaba
sus torres de marfil.
Catedrales de diezmos levantaba
y templos de maíz.


Como ceibo viril, descortezado,
hambriento de igualdad y de justicia,
desnudo como el pie del campesino
esperaba su luz el Pueblo Mexicano.


De encomiendas, a criollos,
iba acumulando:
sus trojes de dolor
esclavizado,
su epidermis al látigo prendida,
los cereales que al alma germinaba,
la cuenta de doliente agricultura,
la sal, el catequismo y el rosario,
la sotana del cura, y del amo,
el santo escapulario.

VIII


Allí estaba la Patria:
Una joven mestiza con harapos,
exhibiendo su ropa desgarrada,
la espiga y el sudor,
la flor del cuello,
los surcos de la espalda,
el pulque y el tabaco,
la herencia de Cortés:
idioma-abecedario,
la gota sifilítica
y el piojo castellano.

Oda a Juarez

¡NO es a llorar a lo que el pueblo viene
Ante este semidios, genio esplendente!
Que en forma de cadáver está ausente.
Este pueblo magnánimo que tiene:
Patriótico furor republicano
No trata de gemir ante la ausencia
De un hombre ilustre que murió gigante
Cual Ínclito espartano;
De un sabio luchador, por cuya ciencia
Pudo decir Anáhuac ¡Adelante!
y seguir por la senda de la gloria,
Al solio de la paz y la bonanza,
y en el campo grandioso de la historia
Tomar el puesto que su nombre alcanza.


A Juárez no se llora, se venera,
Se le ama, es inmortal, vive en el pecho
De todo mexicano agradecido
Que por lema tuviera:
La razón, la justicia y el Derecho.


¿No habéis visto nacer en el Oriente
Ese luminoso sol de Primavera
De llama incandescente
Que con purpúrico fuego reverbera?
¿Le habéis visto subir resplandeciente
y en el zenit brillante culminar,
y perderse después en Occidente
Con fúlgido y rojizo luminar?
Pues bien, ese trabajo no fue vano
Le dio calor y vida al organismo,
Savia a la planta, madurez al grano
y luz al tenebroso oscurantismo.

***


Así inició el gigante,
Así el titán brilló
Así lavó su aurora culminante
Llegó al zenit y al fin desapareció.
Mas su tremenda lucha no fue vana
Vivificó con luz la inteligencia
Le dio vigor a la razón humana
y gravó la verdad en la conciencia...
...y recordar es justo
cuando se canta al héroe deslumbrante
que aniquiló al farsante
y a lo alumnos de Pinecusio
que fue la juventud la que primera
tomó las armas y formóse fuerte.
La que pagó altanera
Su saña y bravura con la muerte
y murieron también los soñadores.


***


¡Indio Juárez! Bienhechor de América
yo sé mis cantares no desdeñas
democrático rey del Nuevo Mundo
Hijo de Ixtlán, tu enseñas
A luchar como luchan los patriotas
Después de mil derrotas
Enderezas altiva tu cabeza
y no hay ni rey, ni majestad, ni alteza,
Que se atreva a mirarte frente a frente
Tu impávido coraje es elocuente.


Podrán la tempestad horrorizando
Con rugidos, con truenos y centellas
Asustar al piloto acobardado;
Pero nunca a Colón...
El buen vate que canta a las estrellas,
Temblará junto al bardo desterrado
De heroico corazón,

De esos poetas que arredran al verdugo
Que espantan al traidor;
De esos genios así, cual Víctor Rugo,
De numen y valor;
Esos son los que admiran tu grandeza
Que conocen tus hechos colosales;
No el servilismo infiel y la bajeza
De ignorantes y oscuros clericales.


***


Pueblo de Anáhuac atrevido y fiero
Indómito guerrero,
Si pudieses de Píndaro y Romero
Pulsar la lira de oro,
De mis cantos épicos trajera,
La ofrenda más hermosa,
y en ellos te dijera:
Que la enseña patriótica, gloriosa,
Ondeando en el zenit republicano
Puede dar en loor
De ese valiente sabio que por norma
Llevó siempre el deber
y sostuvo con su alma y su saber,
Las sacrosantas leyes de “Reforma”


***


Dicen, valiente pueblo que dormido
Yaces sobre la tierra, aletargado.
Y más tarde dirán que estás vencido
Si no sabes cumplir lo que has jurado
Si duermes, preciso es que despiertes
Y que vivas alerta
Porque viéndote débil, se hacen fuertes
Los traidores y vienen a tu puerta
Para robar tu fama y tus laureles
Para infamar tu nombre bendecido
Para insultar a los que fueron fieles
A ese titán dormido;

Mas no importa, tu fuerza prepotente
Aumentó reposando
y puedes levantar tu altiva frente
Al mundo presentando:
Los modernos soldados de la idea
Los nuevos defensores de tus lares,
Pues saldrán de los campos de pelea:
Otro Zarco, otro Lerdo, y otros “Juárez"

Suave Patria - Ramón López Velarde

Yo que sólo canté de la exquisita
partitura el íntimo decoro,
alzo la voz a la mitad del foro,
a la manera del tenor que imita
la gutural modulación del bajo,
para cortar a la epopeya un gajo.


Navegaré por las olas civiles
con remos que no pesan, porque van
como los brazos del correo chuan?
que remaba la Mancha con fusiles.


Diré con una épica sordina:
La patria es impecable y diamantina.


Suave Patria: permite que te envuelva
en la más honda música de selva
con que modelaste por entero
al golpe cadencioso de las hachas,
entre risas y gritos de muchachas
y pájaros de oficio carpintero.

Intermedio
(Cuauhtémoc)

Joven abuelo; escúchame loarte,
único héroe a la altura del arte.


Anacrónicamente, absurdamente,
a tu nopal inclínase el rosal;
al idioma del blanco, tú lo imantas
y es surtidor de católica fuente
que de responsos llena el victorial
zócalo de ceniza de tus plantas.


No como a César el rubor patricio
cubre el rostro en medio del suplicio
tu cabeza desnuda se nos queda,
hemisféricamente, de moneda.


Moneda espiritual en que se fragua
todo lo que sufriste: la piragua
prisionera, el azoro de tus crías,
el sollozar de tus mitologías.
La Malinche, los ídolos a nado, y
por encima, haberte desatado del
pecho curvo de la emperatriz
como del pecho de una codorniz.


Segundo Acto


Suave Patria: tú vales por el río
de las virtudes de mujerío;
tus hijas atraviesan como hadas,
o destilando un invisible alcohol,
vestidas con las redes de tu sol,
cruzan como botellas alambradas.


Suave Patria: te amo no cual mito,
sino por tu verdad de pan bendito,
como a una niña que asoma por la reja

con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.


Inaccesible al deshonor, floreces;
creeré en ti mientras una mexicana
en tu tapado lleve los dobleces
de la tienda, a las seis de la mañana,
y el estrenar su lujo, quede lleno
el país, del aroma del estreno.


Como la sota moza, Patria mía,
en piso de metal, vives al día,
de milagro, como la lotería.


Tu imagen, el Palacio Nacional,
con tu misma gr,andeza y con tu igual
estatura de niño y de dedal.


Te dará frente al hambre y el obús
un higo de San Felipe de Jesús.


Suave Patria, vendedora de chía:
quiero raptarte en la cuaresma opaca,
sobre un garañón, y con matraca,
y entre los tiros de la policía.


Tus entrañas no niegan un asilo
para el ave que el párvulo sepulta
en una caja de carretes de hilo,
y nuestra juventud, llorando, oculta
dentro de ti, el cadáver hecho poma
de aves que hablan nuestro mismo idioma.


Si me ahogo en tus julios, a mí baja
desde el vergel de tu penado denso
frescura de rebozo y de tinaja,
y si tirito, dejas que me arrope
en tu respiración azul de incienso
y en tus carnosos labios de rompope.

Por tu balcón de palmas bendecidas
El Domingo de Ramos, yo desfilo
lleno de sombra, porque tú trepidas.


Quieren morir tu ánima o tu estilo,
cual muriéndose van las cantadoras
que en las ferias, como el bravío pecho
empitonando la camisa, han hecho
la lujuria y el ritmo de las horas.


Patria, te doy de tu dicha la clave:
sé siempre igual, fiel a tu espejo diario:
cincuenta veces es igual el ave
taladrada en el hilo del rosario,
y es más feliz que tú Patria suave.


Sé igual y fiel: pupilas de abandono:
sedienta voz, la trigarante faja
en tus pechugas al vapor; y un trono
a la intemperie, cual una sonaja:
la carreta alegórica de paja.

Leyenda de los volcanes

Ahí están; cual invencibles torres de Dios; con herrumbres
De cien siglos y despojos de cien razas... sus pilares,
sosteniendo de los cielos las espléndidas techumbres
lanzan al azul los duros capiteles de sus cumbres,
calcinadas por el fuego de las púrpuras solares.


***


Ahí están las bravas cumbres, de los astros fronterizas
de gloriosas tradiciones y episodios mil, cubiertas;
y cargando las mortajas de las nieves invernizas,
como dos blancos patriarcas que conservan las cenizas
levantadas en el viejo polvo de las razas muertas.


***


Por encima de la noche, su gigante flecha lanza
el triunfal Popocatépetl en su ascensión
y espejismo de oro sueñan en 1a alegre lontananza.
Tal se eleva de la angustia más profunda, la esperanza,
y la vida se decora con mirajes de ilusión.


***


Ellos saben los tormentos de las razas ya vencidas
que formaron a la sombra de su mole colosal,
un imperio con florestas por jardines, cual los druídas
cuando vieron las dos alas de aquella águila, tendidas,
recogerse en las riscosas esmeraldas de un nopal.

***


¿Qué feroz Huitzilopochtli, que Ahuitzol de mano aviesa,
sobre el Ixtaccíhuatl tendió pálida y sin vida,
a la virgen ignorada que en sus hielos quedó presa?...
¿No será el trágico símbolo de una raza, la princesa
que insepulta entre sus riscos para siempre está dormida?...


***


En sus torres asomados los eternos centinelas,
cuando los conquistadores espantaron el quetzal
y con mágicos alisios en las almas y en las velas
acercaron a estas playas sus audaces carabelas,
vieron redondearse el Globo con el mundo occidental.


***


En un golpe de tormenta que dejó rotas sus brumas
-oponiéndose a los hombres rubios, vástagos del sol-
contemplaron a Cuauhtémoc más valiente que los pumas,
al terrible Sagitario del salvaje airón de plumas.
que tronaban sus torrentes con su ronco caracol.


***


Cuando como un sudario la silente luna empina
sobre el pálido Ixtaccíhuatl su azufrosa calavera,
pasa en una visión trágica Moctezuma Ilhuicamina,
arrastrando el vano espectro de la infiel doña Marina
por las sierpes de Medusa de su indiana cabellera.


***


En aquella alba de gloria de infinitas claridades
que una noche de tres siglos derrumbó con sus fulgores,
los volcanes advirtieron en sus mudas soledades
ascender hasta sus cumbres, las nacientes libertades
que arrojó a todos los vientos la campana de Dolores.

***


El orgullo de su frente cristaliza los anhelos
y los triunfos de los héroes victoriosos; a ellas sube
por el gran vapor de lágrimas de la Patria envuelta en
duelos,
la esperanza en un Hidalgo, la epopeya de un Morelos:
un fanal en un eclipse y un bridón sobre una nube.


***


Almas, si querels gloriosas palmas, sed como volcanes:
conservad, vivos, los fuegos de las esperanzas buenas,
y alegremente encaradas a borrasca y huracanes,
surgiréis más luminosas de los múltiples afanes
cual las esplendentes cumbres en los vértigos serena...


***


Ahí están inconmutables. Torres de Dios. Soberanos.
Indice de tradiciones, de leyendas cementerios.
Arrecifes de las luchas y el afán de los humanos,
en sus cúspides se rompen los bullicios ciudadanos
y sus pórfidos son lápidas de ciudades y de imperios.


***


Ahí están; y en la grandeza de su triunfo solitario,
en la paz y en el silencio de su augusta eternidad...
ven que en un cuadrante insólito, un gran sol extraordinario
marca la hora memorable que da vida a un centenario
la hora santa, la hora inmensa, la hora de la libertad...

Oda a la patria - poesía al 5 de mayo

Alcemos nuestro lábaro en la cumbre
Esplendorosa de granito y nieve Del
excelso volcán, a donde raudo. Entre
el fulgor de la celeste lumbre Tan
sólo el cóndor a llegar se atreve;
Donde la nube se desgarra el seno
Para vibrar el rayo
Y hacer rodar en el abismo el trueno.
Alcemos, sí, bajo la arcada inmensa
Del cielo tropical y sobre el ara
Diamantina del Ande
El augutso pendón de la victoria,
Que aún mereciera pedestal más grande
la enseña de la Patria y de la Gloria!


¡Oh santo nombre de la Patria!... Escucha
Con tu prestigio inmenso
Esta mi audaz palabra, tan desnuda
De elocuencia y vigor; haz que vibrante
Al pie de tus altares se levante,
Y sea la nube del incienso
Ante el ara de Dios; haz que resuene
Potente, y en su vuelo
Con tu renombre los espacios llene
y cubra el mundo y se levante el cielo!


Ayer -fugaz minuto que a la Historia
Acaba de pasar en las serenas
Y deslumbrantes alas de la Gloria
Ayer en la ignorada
Cumbre de una cólina que ceñía
Una cinta de frágiles almenas

y pobre artillería,
El mexicano pabellón flotaba
Bajo un cielo de brumas,
Como en la frente del guerrero azteca
Rico penacho de vistosas plumas.
De las brisas del trópico... crujía
Mas no flotaba al beso voluptuoso
Al soplo tempestuoso
De un huracán de muerte, y se tendía
Su lona tricolor, como del iris
Sobre la frente negra de los cielos
La diadema se ostenta
Cuando huyendo flamígera sacude
Su melena de rayos la tormenta!


Y era también un iris de esperanza
Aquel sagrado pabellón erguido
Ante el genio feroz de la matanza,
Aquella enseña del derecho herido
Alzándose terrible a la venganza,
Allí del Mundo de Colón los ojos
Se fijaban severos, centellando
De impaciencia, de cólera y enojos.


Y ¡quién sabe! si airadas Allá
desde los picos solitarios De la
alta cordillera, silenciosa,
Envueltas en sus pálidos sudarios,
De nuestros muertos asomaban
Las sombras espectrales
Y el Guadalupe atónitas miraban.


¡El Guadalupe!... ostenta en sus laderas
De la patria las bélicas legiones:
Brillan las armas, flotan las banderas,
Y se mezcla al rodar de los cañones
El toque del clarín, la voz de mando
Y el relincho marcial de los bridones.

Y más allá cruzando la llanura,
Henchidas de arrogancia.
Tendiendo al sol las alas voladoras,
Las imperiales águilas de Francia
Conduciendo las huestes invasoras.


¿En dónde está su incontrastable arrojo?
¿En dónde su fúror armipotente?
¿De el llegar y vencer que suyo haría
Inmóvil de terror el continente?
¿Las águilas francesas
No midieron, cruzando el Océano,
Cuánto eres, Libertad, grande y potente
Bajo el inmenso cielo americano?...


Soberbias te arrojaron sus legiones;
y viéndolas llegar, en tu mirada
Las iras del ultraje centellaron!
El rayo de la muerte fulminaron;
Relámpagos los golpes de tu espada
Sangrienta charca abrióse tu pisada,
Nada su rabia de leones pudo,
y ante tu fuerte escudo,
Ellas... las invencibles... se estrellaron!


¡Y tres veces así!... del Guadalupe
Quedaron las laderas
De pálidos cadáveres regadas,
Y de francesa sangre
Y sangre mexicana ¡ay! empapada.
Y cuando el sol de Anáhuac esplendente
Bajaba al occidente
El ángel tutelar de la victoria
Voló a arrancarle su postrero rayo,
Bañó con él de México la frente
Sellándola de gloria;
Y con letras del sol CINCO DE MAYO
Para los siglos escribió en la Historia!

Poesía: Los caballos de los conquistadores

¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
Sus pescuezos eran finos y sus ancas
relucientes y sus cascos musicales...
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!


¡No! No han sido los guerreros solamente,
de corazas y penachos y tizones y estandartes,
los que hicieron la conquista
de las seivas y los Andes:
los caballos andaluces, cuyos nervios
tienen chispa de la raza voladora de los árabes,
estamparon sus gloriosas herraduras
en los secos pedregales,
en los húmedos pantanos,
en los ríos resonantes,
en las nieves silenciosas,
en las pampas, en las sierras, en los bosques y en los valles.
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles


Un caballo fue el primero
en los tórridos manglares.
cuando el grupo de Balboa caminaba
despertando de las dormidas soledades,
que pronto dio el aviso
del Pacífico Océano, porque rafagas de aire
al olfato le trajeron
las salinas humedades;
y el caballo de Quesada, que en la cumbre
se detuvo, viendo, al fondo de los valles,
el fustazo de un torrente

como el gesto de una colera salvaje,
saludó con un relincho
la sabana interminable...
y bajó, con fácil trote,
los peldaños de los Andes,
cual por unas milenarias escaleras
que crujían bajo el golpe ·de los cascos musicales...
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!


¿Y aquel otro de ancho tórax,
que la testa pone en alto, cual queriendo ser más grande,
en que Hernán Cortés un día
caballero sobre estribos rutilantes,
desde México hasta Honduras
mide leguas y semanas, entre rocas y boscajes?
¡Es más digno de los lauros,
que los potros que galopan en los cánticos triunfales
con que Píndaro celebra las olímpicas disputas
entre el vuelo de los carros y la fuga de los aires!


Y es más digno todavía
de las Odas inmortales,
el caballo con que Soto diestramente
y tejiendo cabriolas como él sabe,
causa asombro, pone espanto, roba fuerzas
y, entre el coro de los indios, sin que nadie
haga un gesto de reproche, llega al trono de Atahualpa
y salpica con espumas las insignias imperiales...
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!


El caballo del beduino
que se traga soledades;
el caballo milagroso de San Jorge
que tritura con sus cascos los dragones infernales;
el de César en las Galias;
el de Aníbal en los Alpes;
el centauro de las clásicas leyendas,
mitad potro, mitad hombre, que galopa sin cansarse
y que sueña sin dormirse

y que flechas los luceros y que corre más que el aire;
todos tienen menos alma,
menos fuerza, menos sangre,
que los épicos caballos andaluces
en las tierras de la Atlántida salvaje,
soportando las fatigas,
las espuelas y las hambres,
y entre el fleco de los anchos estandartes,
cual desfile de heroísmos coronados
bajo el peso de las férreas armaduras
con la gloria de Babieca y el dolor de Rocinante...
En mitad de los fragores decisivos del combate,
los caballos con sus pechos
arrollaban a los indios y seguian adelante;
y así, a veces, a los gritos de ¡Santiago!
entre el humo y el fulgor de los metales,
se veía que pasaba, como un sueño,
el caballo del Apóstol a galope por los aires...
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!


Se diría una epopeya
de caballos singulares,
que a manera de hipogrifos desatados
o cual río que se cuelga de los Andes.
llegan todos,
empolvados, jadeantes,
de unas tierras nunca vistas
a otras con tierras conquistables;
y, de súbito, espantados por un cuerno
que se hincha de huracanes,
dan nerviosos un relincho tan profundo
que parece que quisiera perpetuarse...
y, en las pampas sin confines,
ven las tristes lejanías, y remontan las edades,
y se sientes atraídos por los nuevos horizontes,
se aglomeran, piafan, soplan... y se pierden al escape:
detrás de ellos una nube.
que es la nube de la gloria, se levanta por los aires...
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!

Poesía al 5 de Mayo - Manuel Acuña

Tres eran, mas la Inglaterra
volvió a lanzarse a las olas,
y las naves españolas
tomaron rumbo a su tierra.
Sólo Francia gritó: “¡Guerra!”
soñando ¡oh patria! en vencerte,
sirviéndose en su provecho
se alzó erigiendo en derecho
el derecho del más fuerte.


***


Sin ver que en lid tan sangrienta
tu brazo era más pequeño,
la lid encarnó en su empeño
la redención de tu afrenta.
Brotó en luz amarillenta
la llama de sus cañones,
y el mundo vio a tus legiones
entrar al combate rudo,
llevando por solo escudo
su escudo de corazones.


***


Y entonces fue cuando al grito
lanzado por tu denuedo,
tembló la Francia de miedo
comprendiendo su delito.
Cuando a tu aliento infinito
se oyó la palabra sea,
y cuando al ver la pelea
terrible y desesperada
se alzó en tu mano la espada
y en tu conciencia la idea.
***
Desde que ardió en el oriente
la luz de ese sol eterno
cuyo rayo puro y tierno
viene a besarte la frente,
tu bandera independiente,
flotaba ya en las montañas,
mientras las huestes extrañas
alzaban la suya airosa,
que se agitaba orgullosa
del brillo de las hazañas.
***
Y llegó la hora y el cielo
nublado y oscurecido
desapareció escondido
como en los pliegues de un velo.
La muerte tendió su vuelo
sobre la espantada tierra
y entre el francés que se aterra
y el mexicano iracundo,
se alzó estremeciendo al mundo
tu inmenso grito de guerra.


***


Y allí el francés, el primero
de los soldados del orbe,
el que en sus glorias absorbe
todas las del mundo entero,
tres veces pálido y fiero
se vio a correr obligado,
frente al pueblo denodado

que para salvar tu nombre
te dio un soldado en cada hombre
¡y un héroe en cada soldado!


***


¡Sí, patria! desde ese día
tú no eres ya para el mundo
lo que en su desdén profundo
la Europa se suponía,
desde entonces, patria mía,
has entrado a una nueva era,
la era noble y duradera
de la gloria y del progreso,
que bajan hoy, como un beso
de amor, sobre tu bandera.
***
Sobre esa insignia bendita
que hoy viene a cubrir de flores
la gente que en sus amores
en torno suyo se agita,
la que en la dicha infinita
con que en tu suelo la clava, te jura animosa y brava,
como ante el francés un día,
morir por ti, patria mía,
primero que verte esclava.

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