jueves, 5 de mayo de 2011

Suave Patria - Ramón López Velarde

Yo que sólo canté de la exquisita
partitura el íntimo decoro,
alzo la voz a la mitad del foro,
a la manera del tenor que imita
la gutural modulación del bajo,
para cortar a la epopeya un gajo.


Navegaré por las olas civiles
con remos que no pesan, porque van
como los brazos del correo chuan?
que remaba la Mancha con fusiles.


Diré con una épica sordina:
La patria es impecable y diamantina.


Suave Patria: permite que te envuelva
en la más honda música de selva
con que modelaste por entero
al golpe cadencioso de las hachas,
entre risas y gritos de muchachas
y pájaros de oficio carpintero.

Intermedio
(Cuauhtémoc)

Joven abuelo; escúchame loarte,
único héroe a la altura del arte.


Anacrónicamente, absurdamente,
a tu nopal inclínase el rosal;
al idioma del blanco, tú lo imantas
y es surtidor de católica fuente
que de responsos llena el victorial
zócalo de ceniza de tus plantas.


No como a César el rubor patricio
cubre el rostro en medio del suplicio
tu cabeza desnuda se nos queda,
hemisféricamente, de moneda.


Moneda espiritual en que se fragua
todo lo que sufriste: la piragua
prisionera, el azoro de tus crías,
el sollozar de tus mitologías.
La Malinche, los ídolos a nado, y
por encima, haberte desatado del
pecho curvo de la emperatriz
como del pecho de una codorniz.


Segundo Acto


Suave Patria: tú vales por el río
de las virtudes de mujerío;
tus hijas atraviesan como hadas,
o destilando un invisible alcohol,
vestidas con las redes de tu sol,
cruzan como botellas alambradas.


Suave Patria: te amo no cual mito,
sino por tu verdad de pan bendito,
como a una niña que asoma por la reja

con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.


Inaccesible al deshonor, floreces;
creeré en ti mientras una mexicana
en tu tapado lleve los dobleces
de la tienda, a las seis de la mañana,
y el estrenar su lujo, quede lleno
el país, del aroma del estreno.


Como la sota moza, Patria mía,
en piso de metal, vives al día,
de milagro, como la lotería.


Tu imagen, el Palacio Nacional,
con tu misma gr,andeza y con tu igual
estatura de niño y de dedal.


Te dará frente al hambre y el obús
un higo de San Felipe de Jesús.


Suave Patria, vendedora de chía:
quiero raptarte en la cuaresma opaca,
sobre un garañón, y con matraca,
y entre los tiros de la policía.


Tus entrañas no niegan un asilo
para el ave que el párvulo sepulta
en una caja de carretes de hilo,
y nuestra juventud, llorando, oculta
dentro de ti, el cadáver hecho poma
de aves que hablan nuestro mismo idioma.


Si me ahogo en tus julios, a mí baja
desde el vergel de tu penado denso
frescura de rebozo y de tinaja,
y si tirito, dejas que me arrope
en tu respiración azul de incienso
y en tus carnosos labios de rompope.

Por tu balcón de palmas bendecidas
El Domingo de Ramos, yo desfilo
lleno de sombra, porque tú trepidas.


Quieren morir tu ánima o tu estilo,
cual muriéndose van las cantadoras
que en las ferias, como el bravío pecho
empitonando la camisa, han hecho
la lujuria y el ritmo de las horas.


Patria, te doy de tu dicha la clave:
sé siempre igual, fiel a tu espejo diario:
cincuenta veces es igual el ave
taladrada en el hilo del rosario,
y es más feliz que tú Patria suave.


Sé igual y fiel: pupilas de abandono:
sedienta voz, la trigarante faja
en tus pechugas al vapor; y un trono
a la intemperie, cual una sonaja:
la carreta alegórica de paja.

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