jueves, 22 de noviembre de 2012

Poesía para el Natalicio de Benito Juarez


Presencia de Juárez en la patria
Agenor González Valencia


Era un carrizo musical la aurora.
Una nota morena era la raza.
Eran los ojos del nativo origen
que iban hollando las plantas del silencio.
La noche zapoteca entre dialectos
parió la luz que iluminó este suelo.
Una hermosa semilla sufrimiento
entre huaraches y la piel del pueblo
olorosa a rebaños fue creciendo.
Y llegó la edad de la memoria.
Ovejas de pavor se humedecieron
cuando entre islotes de impaciencia, vieron
viajar al carrizal de la inocencia.


II
Ambuló mi pensamiento hasta las ruinas
que se acomodan en Teotitlán
y en un vaso moldeado por el tacto
descendió mi conciencia al reino mineral.
Agenor González Valencia
De las piedras salieron los rostros de los hombres
que una joven cultura vinieron a dictar.
Llevaban el espíritu del tigre
envuelto en tradiciones y pintura mural.
(El sol con su figura guacamaya
borró la oscuridad.
Dejó en aquella parte del planeta
su presencia solar)


III
Irrumpió la primavera sonrosada,
arrancando su fuerza de la Sierra de Ixtlán.
Vino a expender sus frutos desde Oaxaca
y a exhibir la cerámica de Monte Albán.
(La tarde gris de la primera tarde
puso cuatro peldaños a regia ofrenda piramidal)


IV
¡Ah! la Primavera Mexicana
que se inicia con Juárez para nunca acabar.
Tiende sus alas recias y tutelares,
allende el mar.
Tiende su ley de bronce -toga y balanza-,
sonoramente vegetal.
Y abre montañas y cordilleras cantando:
y abre montañas y cordilleras cantando
¡América!,
con su carrizo musical.
(Desde la cumbre del Cempoaltépetl
el fuego de una raza
comenzó por arder)


V
Miré la adolescencia tristemente olvidada
en medio de su medio natural.
Sentí más cerca la presencia de Juárez
y del barro, el comienzo racional.30
¡Ah! la encantada arcilla que allá en Guelatao
al agua silenciosa le dobla las rodillas.
Todo lo que humedece desde el sol a la luna
en el sencillo encanto ingenuamente provincial,
convertido en laguna primaveral.


VI
Huérfano de alfabeto crece el árbol silvestre
que a todos maravilla.
Y en su mirar concreto,
se va impregnando el pueblo del idioma Castilla.
Transpira vida su noble arquitectura
en la selva del tiempo que le tocó vivir.
A golpe de inquietudes florece la cultura
y al corazón conmueve la Gran Luz por venir.


VII
De Norte a Sur, del Este al Oeste,
el pueblo soportaba
sus torres de marfil.
Catedrales de diezmos levantaba
y templos de maíz.
Como ceibo viril, descortezado,
hambriento de igualdad y de justicia,
desnudo como el pie del campesino
esperaba su luz el Pueblo Mexicano.
De encomiendas, a criollos,
iba acumulando:
sus trojes de dolor
esclavizado,
su epidermis al látigo prendida,
los cereales que al alma germinaba,
la cuenta de doliente agricultura,
la sal, el catequismo y el rosario,
la sotana del cura, y del amo,
el santo escapulario.31


VIII
Allí estaba la Patria:
Una joven mestiza con harapos,
exhibiendo su ropa desgarrada,
la espiga y el sudor,
la flor del cuello,
los surcos de la espalda,
el pulque y el tabaco,
la herencia de Cortés:
idioma-abecedario,
la gota sifilítica
y el piojo castellano.

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