jueves, 21 de octubre de 2010

La desdicha de ser sirviente - poesía para concurso de declamación

LA DESDICHA DE SER SIRVIENTE


AUTOR: HUMBERTO IBARRA CÓRDOVA

En un tribunal de la ciudad
A un famoso delincuente presentaron
En presencia de la alta sociedad
Por homicida y ladrón lo condenaron.

-¿que es un ladrón y asesino?
“Que lo maten” contesto la sociedad
Un hombre como ese debe morir
Y debe morir porque atenta contra nuestras vidas

El juez dicta la sentencia y a muerte lo condena
Después de condenarlo el juez se le acercó
Y haciéndole alarde de su cobardía con voz de burla e ironía
Al reo condenado pregunto:

¿No quisieras ser mejor hombre bueno?
El acusado se puso de pie
Alzó la cara y miro al juez para decirle

“Vaya” que pregunta señor juez
¿Por qué he de arrepentirme de lo hecho?
Si sabiendo que soy malvado
Que aquí en el tribunal de la justicia
Ustedes me condenaron a la muerte

Si por todo lo que he hecho esa es mi pena
La recibo complacido y satisfecho
Esta bien señor juez, cumplo mi pena
Pero nunca he de volver sobre mis pasos

Mejor ordene ya mi ejecución
Que disparen sin piedad y con acierto
Porque juro que sólo estando muerto
Dejare de ser un gran ladrón.

“está bien” dice el juez te doy permiso
Habla todo lo que quieres sin temor

-ante aquella respuesta el ya occiso comenzó una historia de dolor-

Cuando yo era niño todavía
Conocí a una sirvienta desdichada
Que a pesar de su trabajo noble y bueno
Era siempre por sus amos maltratada

En el día soportaba los trabajos los desprecios y regaños
Por la noche después de acomodarme entre sus brazos
Se dormía entre lágrimas y rezos.

Así pasaron los meses y los años
Hasta que una tarde en la que se empezaron a extraviar cosas
Maldita sea esa tarde para siempre los patrones la acusaron de ladrona

Y después de torturarla moralmente
Dos guardias se la llevaron presa
Dos días lloro en prisión
Dos noches rezo en aquella celda fría
Dos noches porque al día siguiente
Murió de un ataque al corazón.

Esa mujer de la que les estoy hablando
Esa mujer señores de la sociedad
Esa pobre que mataron sin piedad
Era nada más y nada menos que mi madre

Mi madre malditos
Mi madre vampiros
Mi madre cobardes
Mi madre
Mi madre que murió desesperadamente
En aquella celda que aun veo todavía

Pero mi maldad no vino ahí señor juez se lo aseguro
Mi maldad vino después
Cuando una tarde hallé a un niño que lloraba y se quejaba
Era un niño que tirado en un andamio frío llamando a su mamá se deshacía
Corrí hacia él rápidamente
Quise hablarle pero ya no pude porque a la hora de levantarlo
Quedó entre mis manos y entre los brazos de la muerte.

Minutos después llegó su madre
Con gritos de dolor y ojos de muerte
“señora” le grité “por que dejó que se muriera”
Y ella dijo “señor usted no sabe que los hijos de los criados
Por ser pobres estorban a los hijos de los ricos
Yo soy la sirvienta de aquella casa
y mi trabajo es cuidar a los hijos de ellos
y me prohíben cuidar al mío.

Entonces sí señor juez Corrí, no como perro hambriento
Sino como lobo rabioso que a la fuente de venganza va sediento

Maté, a los verdugos de mi madre, después vengué la muerte de aquel niño
Y ante la furia brutal de mi venganza he visto temblar y llorar a los cobardes

Entonces sí señor juez
Ordene ya mi ejecución
Que la voy a recibir gustosamente

¡Pues prefiero morir como ladrón que morir como mueren los sirvientes!

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