A JUÁREZ Juan de Dios Peza Dadle a mi voz el huracán rugiente El poder no domado y estruendoso, Que así quiero cantar de gente en gente Las inmortales glorias de un coloso.
Si la muerte, que a todos nos aterra, Un trono sobre el ancho firmamento Guarda a los semidioses de la tierra, Juárez el inmortal tiene ese asiento.
Nacido en el peñón de una montaña, Bajo el dosel del azulado espacio, Su alcázar infantil fue una cabaña, Y el abierto horizonte su palacio.
Por su indígena raza, firme, austero; Por su oscuro nacer, del pueblo hermano, La tez de bronce, el corazón de acero, Griego el pensar, y el alma de romano.
Los más brillantes lauros de la gloria Estaban a su frente destinados, Los grandes caracteres de la historia Estaban en el suyo condensados.
El alma de Catón, el gran civismo De Leónidas, y de Agis la justicia, De Temístocles, todo el patriotismo, De Licurgo el saber y la pericia.
Todo en aquel humilde pequeñuelo Que la tierra de Ixtlán pobre crecía, Como en un arca lo guardaba el cielo ¡Sólo el Dios de los libres lo sabía!
Águila audaz que sobre abrupta peña Y en muda soledad cuelga su nido, Cuando más tarde la extensión domeña, El valle ante tus pies queda vencido.
Así Juárez, así; sin esas galas Falsas con que la corte irradia bella, Águila de Anáhuac, abrió sus alas, Miró a su patria y combatió por ella.
La lucha era terrible; usos y leyes íbanse a derrocar; el antro oscuro, Nido de encomenderos y virreyes, Iba a crujir con su imponente muro.
Aún vagaba en la atmósfera el aliento De otras edades a la luz lejanas; íbase a desatar el pensamiento, A dejar el derecho sin cadenas.
Juárez, sereno en su saber profundo, Fija en el porvenir su audaz mirada, Y ve, como Colón, un nuevo mundo Entre las sombras de la edad pasada.
A describir sus luchas no me atrevo; Ante tanta grandeza yo me inclino, Aquel reformador gigante y nuevo Tuvo un Gólgota horrible por camino
La muerte, al arroparlo en negro manto, Le arrebató de la familia humana, Pero su nombre ha de vivir en tanto Haya un palmo de tierra mexicana.
Fue el plebeyo humillado a la nobleza; Fue el derecho imponiéndose a la historia; Donde acaba el hombre, el inmortal empieza; Su fama universal se llama gloria. |
sábado, 23 de octubre de 2010
Poesía a Juárez – Juan de Dios Peza –Asamblea escolar
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